domingo, 3 de julio de 2011

Ensayo del Reencantamiento del Mundo

De una buena amiga...
Ensayo :  DESHUMANIZACIÓN CIENTÍFICA
BASADO SOBRE texto “Desencantamiento del Mundo” Morris Berman

Introducción

El presente ensayo pretende vislumbrar y comprender, a través de percepciones personales, nuestras conductas en un mundo cada vez más globalizado, impersonal, donde se construyen relaciones a distancia, sin vernos las caras, escondiendo emociones, maquinizando nuestras relaciones (inter)personales.

Y es que la ciencia ha sido un arma de doble filo, que nos arroja a las más devastadoras experiencias humanas de esta nueva era. El sueño añorado de la informática, las tecnologías que se cruzan en nuestro cotidiano, se han transformado en pesadillas, de la cuales pareciera que no es posible escapar.

Este ensayo es un llamado de atención a las conciencias colectivas, a volver a encantarnos con las pequeñas cosas cotidianas, como el nacimiento de una flor, el cantar de los pájaros y el escuchar atentamente el quejido de los más desvalidos.

Morris Berman, nos introduce en este viaje de crítica de nuestra experiencia actual que se viene gestando desde los albores del Renacimiento, proyecto tan añorado, el despertar del hombre por el hombre. ¿ Se ha desvirtuado la idea de liberación humana? o ¿ acaso la humanidad perdió el norte de lo que significaba la felicidad? ¿ qué significa el concepto de felicidad en nuestro tiempo actual?

Esta y otras interrogantes se desarrollarán en el presente ensayo, cuestionarnos el presente en una revisión del pasado, especialmente la labor que cumple o ha cumplido la ciencia, los intelectuales y las tecnologías.

Cuando se evoca la Era de las Luces, se habla del despertar del hombre a través del conocimiento, y es así como comienza este ensayo...



¿Tiempo de las luces?

La oscuridad en que vivimos nos remite a un adormecimiento constante.


A través de la historia de la humanidad hemos visto cómo el hombre ha hecho enormes intentos para lograr gozar de autonomía, es decir, salirse de la mano divina de Dios, para ser él protagonista de su propio destino. Pasar del teocentrismo al antropocentrismo. Las cosas ya no giran en torno a Dios, sino que entorno al hombre, el hombre es el centro de todas las cosas, Nietzche apocalípticamente afirmaba “Dios ha Muerto”.

Nacen las ciencias como respuesta al cómo de las “cosas”, se deja atrás el “porqué” de ellas, ya no queremos interpretaciones místicas ni religiosas, existen causalidades, y estas son científicas. Se abren las expectativas de un futuro mejor, saber el “cómo” nos permitirá comprender los fenómenos, analizarlos, descomponerlos en partes (atomizarlos) y así tener un control y manejo sobre la naturaleza.

Antes de esto  el hombre era parte de la naturaleza, del cosmos, existía una continuidad entre ambos. En palabras de Morris Berman se trataba de una conciencia participativa, había una identificación con el ambiente, pero hubo una transformación a nivel de las mentes y de las conductas.

El hombre comenzó a distanciarse de la naturaleza, tenía que manipularla, que ésta sirviera para sus  propósitos, se empieza a salir de este mundo encantado... el hombre tenía que ser un observador, y para ello tenía que ver las cosas desde a fuera, así se fue transformando en un observador alienado. En las ciencias comenzó a imperar el método cartesiano Sujeto – Objeto, en su relación antagónica. Spencer ya lo decía, observar los fenómenos sociales como cosas, y en eso nos transformamos. De ahí hasta nuestros días comienza el reloj a marcar un desencantamiento continuo.   Una no-participación “debido  a que insiste en la distinción rígida entre observador y observado. La conciencia científica es una conciencia alienada” (Morris Berman)

Así comienza  a gestarse el mundo de las ciencias y con este manto se cubre la humanidad completa, es el tiempo de las luces y de la ilustración, en que el hombre llega a la cima de sus conocimientos, en la búsqueda incesante de la verdad y de la esencia de las cosas, para la instrumentalización de éstas a su favor.

La naturaleza como la vida social, se vuelven objetos de conocimiento, una fuente de investigación, experimentación y control, donde el hombre queda atrapado entre el “deber ser” y el “estar” en sociedad y en sus propias investigaciones, apartarse del cosmos social para ser fiel a la objetividad y al método científico, es paradojal ser sujeto y objeto a la vez. 

Pero el conocimiento social debe ser científico, no dejarse influenciar por valores ni juicios, los resultados tienen que ser confiables para desarrollar leyes generales. Esto es hacer ciencia en términos sociales.

Pero qué sucede con ese observador (científico) que también es parte de la realidad de la que estudia, cómo lograr separarse de valores y juicios que están internalizados en él,  para poder ser “objetivo”.

La realidad social es una fuente inagotable de acontecimientos, el ser humano se mueve en distintas direcciones, cruza por diferentes valores, ya no goza de creencias perennes, ni de valores estables, está sujeto a una serie de cambios, el ser humano es un ente que se construye cotidianamente, no es previo a su existencia ni pos a ella, está hoy y ahora, y su historia es producto de construcciones dialécticas. 

El hombre en un intento de sobrevivencia social y cultural intenta cada vez más esconder su autenticidad, ser parte del anonimato, relacionarse en base a roles muchas veces carentes de constancia entre el ser y el estar.

Es un ser que se ha transformado en una reproducción de lo que el sistema quiere y necesita. No lo que él desea y añora. Frente a esto, cabe preguntarse, cómo el observador (científico) pretende encontrar la verdad de las cosas, la esencia de ellas, si sólo estamos frente a falsedades. Como dirían algunos teóricos (como Descartes y Platón) los sentidos nos engañan, lo que vemos y oímos no es real, estamos frente a realidades funcionales al sistema, que muchas veces no guardan relación con nuestra subjetividad, con nuestra razón de ser, el hombre oculta su verdadero ser, para no salir dañado de esta gran empresa, la vida en sociedad.

La cotidianeidad que construimos, los espacios intersubjetivos que escondemos.


“Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta enseguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos”                        (Julio Cortázar, Rayuela)

Estamos inmersos en un gran mapa social, dentro de coordenadas determinadas, nos relacionamos en base a roles, roles que cumplen con determinadas normas y valores, conocemos al otro en base a ello, somos parte de un gran sistema. Sistema que se ha transformado en un gran apremio, un sistema de máscaras y actos previamente analizados para la instrumentalización de éstos y la obtención de determinados beneficios.

Nos encontramos en una época de consumo desenfrenado, donde somos lo que tenemos, y sobre la base de estas premisas se mueve el hombre moderno, pobre de aquel que se quede al margen de esto, porque los excluidos del sistema sólo participan de él como meros expectantes de una vitrina, donde otros tienen acceso a los bienes más preciados y codiciados por todos.

Pareciera que el bienestar social y económico es sólo para pocos, los demás se encuentran en desventaja social.

Están estos dos polos, los poseedores y los desposeídos, ambos tienen en común la difícil tarea de un deber ser y estar en la sociedad.
No es fácil para un pobre ser pobre; ni para un rico su condición de serlo. El rico, no puede comprar la felicidad, y el pobre no puede financiar la felicidad que posee.

El ser humano, ricos y pobres, se encuentran en una depresión profunda, en problemas que aquejan su existencia, la autenticidad se ve opacada por el anonimato y así entramos en una profunda desintegración social, es la era de la globalización, globalización del pensamiento y las costumbres. Se produce un desanclaje de nuestras raíces, ambos (ricos y pobres) están en la búsqueda de un reanclaje de sus tradiciones y raíces, pero ya no existen los espacios, ni el tiempo. Ya no es nada como antes, dicen los abuelos, es la era de lo desechable, del plástico y la miseria.

El sistema nos apremia, nos vendimos a él, somos parte de él, somos engranajes de una gran máquina... se han maquinizado nuestras relaciones interpersonales, estamos en la era de lo impersonal y en una burocracia irracional.

La ciencia y sus adelantos han logrado manipularlo todo, la vida humana, hasta los pensamientos. Hemos perdido la capacidad de asombro. Vemos la guerras por la televisión, las masacres y las torturas, somos testigos de las atrocidades mundiales, y de un imperialismo yanqui que arrasa con nuestras identidades.

Pero, parece haber un remedio, y es el anestesiarnos, desaparecer por un instante de lo cotidiano, buscar vías de escape, pero, lamentablemente, estas vías no son hacia nosotros mismos, es decir, volvernos a nuestro interior y sincerarnos con nosotros y con los demás que nos rodean de forma inmediata. Nos anestesiamos con factores externos, como el alcohol y las drogas. Muchos prefieren quedarse en este mundo encantado de las alucinaciones, porque el presente más vale omitirlo. Es la tecla de “supresión” que tocan los jóvenes a cada instante, tecla simbolizada en las drogas y en la promiscuidad de valores y emociones. Otros prefieren desaparecer para siempre, y cada vez son más los que se unen a las filas de los desahuciados de este presente, de sus experiencias y de sus culpas, y esto lo constatamos en las altas tasas de suicidio de estos últimos tiempos.

Conclusiones Finales

La importancia de ponernos a analizar el presente nos da la oportunidad de criticar nuestras conductas, tan faltas de significado y contenidos, en  un mundo lleno de imágenes que nos acechan a cada instante, en la era de los clones, donde no se sabe el paradero del original. 

Somos seres que internalizamos la violencia en sus formas más nefastas. Ya no nos asombra ver a un político quemado por un pueblo que quiere justicia, ya no nos asombramos por la muerte de personas en espera de un órgano vital. Y es que el egoísmo, que es parte de nuestro diario vivir, se apodera de nuestros más nobles pensamientos y sentimientos.

Es preciso pensar en un mundo mejor, donde volvamos a la capacidad de asombrarnos por todo lo que nos rodea, ser capaces de escuchar el llanto de aquellos que nacieron sin oportunidades. Y saber con esto que somos capaces de empezar de nuevo, de construir verdaderas relaciones,  de ser sinceros y generosos con nosotros mismos y con los demás.

Enseñarles a nuestras generaciones futuras que es posible un mundo más bello, donde reine el respeto por la vida y por la peculiaridad de cada ser, valorando las diferencias y articulando las distintas creencias que rodean la vida social.

Somos parte de esto, que llamamos vida y procesos sociales, tenemos la crítica para remediar nuestras acciones, con un sentimiento de amor y optimismo podemos llegar a construir un mundo en que el hombre sea una continuidad con la naturaleza, y con esto aprender de nuestros pueblos originarios la cosmovisión que poseen que tanta falta nos hace.
Viva la vida, aunque a veces cuesta vivirla.